jueves, 27 de diciembre de 2012

Todos al paro

El otro día viví una situación extraña en el metro. Los que me conocéis pensareis ¿y cuando es fiesta? Pero no, no me he caído, no he perdido nada, ni me he roto nada, jeje.
Hoy como tantos días, había un señor pidiendo en el metro, no pedía dinero, solo trabajo. Contaba que había trabajado durante 30 años en la misma empresa, pero esta había quebrado y les habían echado a todos a la calle hacía dos años, tenía dos niños pequeños a su cargo, su mujer también estaba en paro y ya no les llegaba para comer, pero no encontraban trabajo...

Qué novedad, pensareis, la verdad es que a mí tampoco me llamo la atención (hasta ahí llega nuestra insensibilización), pero entonces una señora le dio un billete de cinco euros y no lo cogió. Se excusó diciendo que no pedía limosna, que en los tiempos que corren todos pasamos apuros, que él quería ganarse el pan de sus hijos y si había algún trabajo que pudiera hacer para ella, le cogía gustoso el dinero, pero solo en ese caso. 

Ahora ya no os parece tan corriente la situación ¿verdad?, creo que eso pensamos la mayoría de la gente del vagón, que por primera vez comenzamos a prestarle atención. Entonces se le acercó un señor bien vestido, que mirándole directamente a los ojos le dijo: “Alberto, ¿eres tú?, ¿qué te ha pasado?” con lágrimas se pusieron a hablar… lo último que escuche antes de bajarme del vagón fue “no te preocupes, todo tiene solución, acompáñame en mi empresa que hay una bacante, a ver qué podemos hacer.”

Os prometo que aquella escena me emocionó y me fui a casa con una sensación extraña en el estómago. Sinceramente, tal y como están las cosas, quien puede asegurar que, la persona que veamos pedir mañana en el metro, no sea un amigo, un familiar o incluso uno mismo?

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